El agua cae de las explosiones y un pecho arde suavemente
arropándose en la docilidad que podría olvidarse. No sé qué mano usar para
extender el paso y perderme al miedo del ánima infantil, porque la quietud está
hecha de balas tiradas en la arena. Filamentos espectrales me abren el corazón
manipulando las expresiones ¿Quedará algo? En las idas el océano pega fuerte y
aquí estoy en el tiempo de un hilo que será envainado por espacio de segundos.
No sabemos de nuestras fuerzas en el ornamento, sino cuando hablas desnudo ¿Hay
más? Todavía en lo llagado del anochecer estoy a una considerable distancia,
involucrándome sin haberlo pedido, los designios remotos pueden hablar como una
bella pastora. El mar está presto a derrumbarse cuando quieras, apareciendo en la
quilla de tierra, los aullidos me temen, ellos son mi persona, me arrojan
llevándome al altar de troncos, soy el fuego, el aire que baja su tensión sobre
una carabela partida ¿Dónde han quedado? En el nido los mezo deambulando el
esmalte bajo los brazos, la puerta que no se agranda para el deseo de tu
rebelión. Tal vez andaré ahí como zaguán de muerte –arrójate en el futuro por
el declive autopunzante y la urgencia, canta más claro, enciéndete de águilas
inasibles que han parido- envuelve tu conciencia
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